Resusci-Anne

La máscara funeraria de una joven ahogada en el río Sena sirvió para fabricar el primer maniquí de reanimación cardiopulmonar de la historia. El simulador de RCP, conocido como Resusci Anne, ayudaría a salvar millones de vidas.

LA DESCONOCIDA DEL SENA

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A finales de la década de 1880, el cuerpo sin vida de una joven parisina apareció flotando en el río Sena. Todo parecía indicar que se trataba de un suicidio. No presentaba signos de violencia y, a pesar de haber muerto ahogada, su rostro mostraba una serena sonrisa. Fue llevada a la morgue de París con la esperanza de que alguien pudiera reconocerla.

Allí, inclinado sobre una mesa de mármol negro y separado del público por una ventana, su cadáver permaneció expuesto al público durante varios días. Cientos de personas hombres, mujeres, incluso niños, desfilaron delante de «l´inconnue de la Seine» (la desconocida del Sena) esperando descifrar su enigmática sonrisa. Pero nadie lo hizo. Su identidad siguió siendo un misterio.

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Un empleado del depósito de cadáveres, fascinado por la belleza de la muchacha, mandó moldear una máscara mortuoria en cera. Desde ese día, el plácido rostro de la joven misteriosa se convirtió en objeto de adoración.

17308969_1880662088880706_3467093624190370436_nEn el concurrido suburbio parisino de Arcueil, los mouleurs reproducían en yeso grandes personajes de la historia. Napoleón, Robespierre o Beethoven formaban parte de su extensa colección, sin embargo, sorprendentemente, el éxito de ventas del momento era la máscara de la joven desconocida.

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Se vendieron miles de reproducciones en París, Alemania y el resto de Europa. En aquella época, ningún hogar era considerado “elegante” sin una reproducción en yeso de l´inconnue colgado en el salón de su casa.

Su rostro se convirtió en fuente de inspiración para todo tipo de artistas. Novelistas y poetas escribían historias dramáticas de un amor no correspondido y el suicidio como la única salida. Mientras. pintores y escultores reproducían en sus obras su indescifrable sonrisa.

UN MÉDICO Y UN FABRICANTE DE JUGUETES

Antes de la aparición de las modernas técnicas de RCP, los intentos de revivir a las víctimas de un paro cardíaco o respiratorio rara vez tenían éxito. Desde la antigüedad, el ser humano ha intentado devolver la vida a los muertos o los «casi muertos» con métodos inútiles. Algunos de ellos, como azotar a la víctima con ortigas o quemar excrementos de animales en el abdomen, a día de hoy, nos pueden resultar grotescos. Sin embargo, otros, como insuflar aire con un fuelle o hacer rodar el cuerpo en un barril no iban tan desencaminados.

Fue un anestesiólogo, el Dr. Peter Safar, quien preocupado por el manejo de las vías aéreas en pacientes inconscientes, comenzó a desarrollar (con éxito) métodos de primeros auxilios. En 1950, con la ayuda del neumólogo James Elam, Safar realizó varios experimentos en voluntarios sanos a los que inyectaban curare y después reanimaba inclinando la cabeza hacia atrás y empujando la mandíbula hacia adelante (frente-mentón). Esta sencilla maniobra permitía el paso del aire a los pulmones.

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Años más tarde, el método de reanimación boca a boca, se combinaría con la técnica de presión intermitente en el pecho dando lugar a la estimulación cardiopulmonar tal y como lo conocemos hoy en día.

Pero el Dr. Safar fue más allá. Estaba convencido que las maniobras de reanimación solo serían eficaces si se enseñaban y eran aprendidas por miles de personas. Deseaba salvar vidas no solo en los hospitales, también en los hogares, en los trabajos, incluso en las calles. Encargó a Asmund Laerdal, un reconocido fabricante noruego, un maniquí en la que todos pudieran practicar RCP.

El juguetero se mostró especialmente ilusionado con el proyecto. Unos meses antes, esa misma técnica había evitado que su hijo de dos años muriera ahogado en un lago. Laerdal pensó que los hombres se mostrarían reacios a practicar RCP en los labios de un maniquí masculino e ideó un simulador a tamaño real con forma de una mujer.

Recordó la máscara de una joven sonriente que había visto colgada en casa de sus abuelos, y decidió utilizar el rostro de l´inconnue de la Seine en su primer maniquí de reanimación cardiopulmonar al que llamó Resusci Anne.

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Los primeros modelos estaban fabricadas en plástico suave al tacto y su pelo era natural. La cabeza iba unida al torso y la vía aérea superior en una sola pieza. El resto del cuerpo se hinchaba con una bomba de bicicleta. Después de cada clase, se deshinchaba para guardarlo en una caja.

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El mecanismo para practicar RCP era muy sencillo, pero eficaz. Un simple aro metálico con un rudimentario resorte (que simulaba las costillas) servía para realizar las compresiones torácicas. Mientras, dos bolsas de plástico (que imitaban los pulmones) se llenaban y vaciaban de aire al practicar el boca a boca.

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La primera muñeca diseñadas por Asmund Laerdal, en colaboración con los doctores Peter Safar y Bjorn Lind, Resusci Anne fue presentada en septiembre de 1960, en el Primer Simposio Internacional sobre Reanimación en Stavanger (Noruega). Desde entonces, los estudiantes de primeros auxilios de todo el mundo llevan más de cincuenta años intentando revivir a la joven del Sena.

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A día de hoy, más de 500 millones de personas han recibido capacitación en RCP con Resusci Anne y se han logrado salvar 2.5 millones de vidas.

 

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